Tres imágenes del poder en la medicina
En la figura previa, las tres imágenes representan las formas históricas, simbólicas y éticas del poder médico:
- El caduceo de Hermes (izquierda):
Símbolo moderno —aunque históricamente impreciso— asociado al ejercicio de la medicina en contextos institucionales, administrativos y corporativos. Representa la comunicación, la negociación y la dimensión sociopolítica del acto médico. - El bastón de Asclepio (centro):
Símbolo clásico de la medicina como arte de sanar, encarnación del poder técnico y terapéutico. Es la imagen del acto clínico puro: saber, prudencia y responsabilidad frente al sufrimiento humano. - José Gregorio Hernández (derecha):
Icono venezolano de la virtud médica, síntesis de ciencia, servicio, humildad y compasión. Representa el poder moral del médico: aquel que se ejerce no por dominio, sino por integridad, confianza y dedicación al prójimo.
Testimonio personal: entre el gremio político y la ética profesional
Mi comprensión del poder y de la ética en la medicina no nace solo de la reflexión académica, sino también de mi propia experiencia dentro del gremio médico venezolano. A finales de 1996, recién egresado como médico cirujano y ejerciendo como médico rural en Carache, estado Trujillo, ingresé a un Colegio de Médicos en el que la vida gremial se encontraba estrechamente vinculada a dinámicas políticas propias de la época. En ese contexto, como muchos jóvenes profesionales, participé en un ambiente donde las convicciones ciudadanas formaban parte de la identidad colectiva del gremio.
Acatamos la “Hora Cero” convocada por la Federación Médica Venezolana en diciembre de 1996, un episodio que buscaba defender la dignidad profesional en un país que ya comenzaba a evidenciar signos de deterioro institucional. Fue entonces cuando me acerqué por primera vez al pensamiento del Dr. Augusto León C., cuyas reflexiones en los Cuadernos de la Federación Médica Venezolana abordaban la tensión entre ética y crematística en la práctica médica (5). Aquellas lecturas, inicialmente percibidas como teóricas, terminaron anticipando dilemas estructurales que hoy resultan plenamente vigentes.
Con el paso del tiempo, comprendí que la identificación política, que en determinados momentos podía vivirse como expresión legítima de ciudadanía, también podía convertirse en un factor de distorsión del juicio clínico, de la autonomía moral y de la misión humanitaria de la profesión médica. Ese tránsito —desde el joven médico que se incorporó al gremio en un contexto políticamente marcado, hasta el clínico y cardiólogo intervencionista que hoy reflexiona desde la bioética de las virtudes— fue decisivo en la formación de una convicción profunda:
la medicina solo puede ser verdaderamente justa cuando el médico actúa desde la virtud, la autonomía moral y la responsabilidad ética del acto clínico, y no desde la subordinación ideológica ni desde lógicas ajenas al bien del paciente.
La Medicina en el Cruce entre Poder, Política y Ética
La medicina no es únicamente una práctica científica; es, ante todo, una práctica moral ejercida en un ámbito influido por el poder, la política y las ideologías que configuran la vida social (1). El médico, al poseer un poder técnico, moral y social, se convierte inevitablemente en un actor político en el sentido clásico de politeia, responsable de resguardar la salud como bien público esencial y de orientar su acción hacia el bien del paciente y la comunidad (2).
En contextos marcados por desigualdades estructurales, presiones corporativas, crisis institucionales y tensiones entre modelos económicos —del socialismo al capitalismo—, la autonomía profesional se ve fragilizada, y con ella, el juicio clínico independiente (3,4). Paralelamente, la creciente mercantilización de la medicina ha agudizado la tensión entre ética y crematística, un dilema ya advertido por Augusto León y otros autores latinoamericanos desde finales del siglo XX (5).
Frente a este escenario complejo, la Bioética de las Virtudes, inspirada en Pellegrino y Thomasma, ofrece una vía para reorientar el poder médico mediante prudencia, justicia, fortaleza y templanza (6). En Venezuela, esta tradición ética se ve enriquecida por la brújula bioética de las virtudes josegregorianas, derivada de la vida y obra de José Gregorio Hernández (7).
Este artículo examina cómo estas claves éticas permiten reinterpretar el papel del médico en medio de dinámicas políticas, económicas y sociales contemporáneas, y propone una renovación del profesionalismo basada en virtudes y autonomía moral.
El poder en la medicina: dimensiones técnicas, morales y políticas
El ejercicio de la medicina implica una forma particular de poder, entendido no como dominación, sino como la capacidad profesional de influir en decisiones vitales, orientar conductas y proteger la vulnerabilidad humana (8). Pellegrino señala que este poder nace de la asimetría inherente a la relación médico-paciente: el enfermo deposita confianza en quien posee el conocimiento y la capacidad de aliviar el sufrimiento (9).
Esa asimetría convierte al médico en un agente moral y, simultáneamente, en un agente político, pues su labor afecta bienes públicos como la salud, la equidad y el acceso a cuidados esenciales (10).
Poder técnico
Deriva del dominio del conocimiento científico y del acceso privilegiado a tecnologías complejas, especialmente en áreas como la cardiología intervencionista (11).
Poder moral
Surge de la confianza pública depositada en el médico. Exige responsabilidad moral orientada al bien del paciente (12). Este capital moral es esencial para la legitimidad profesional (13).
Poder político
El médico interviene en decisiones que trascienden la esfera clínica: distribución de recursos, modelos asistenciales, denuncias de injusticias (14). La literatura afirma que el médico “ejercita política” incluso sin proponérselo (15).
Estas dimensiones pueden dirigirse hacia el bien o hacia intereses partidistas o crematísticos que erosionan el profesionalismo (16).
Poder, política e ideologías en los sistemas de salud
Los sistemas de salud expresan valores e ideologías que definen cómo se concibe la justicia sanitaria (17). La tensión entre socialismo y capitalismo se refleja en modelos contrapuestos: la salud como derecho o como mercado (18).
Modelos socialistas: salud como derecho
Buscan equidad y universalidad, aunque pueden limitar autonomía e innovación (19,20).
Modelos de mercado
Fomentan eficiencia y tecnología, pero generan desigualdad y mercantilización del acto médico (21,22).
Partidismo
Distorsiona decisiones clínicas e institucionales, polariza y erosiona la confianza pública (23).
Sistemas híbridos o en crisis
Como en Venezuela, donde convergen elementos estatales, corporativos y partidistas, generando fragmentación (24,25).
Implicación bioética central
El juicio clínico debe guiarse por virtudes, no por ideologías (26).
Crematística, profesionalismo y paradojas del médico moderno
La medicina enfrenta tensiones entre vocación humanitaria y fuerzas económicas (27). Aristóteles distinguía entre economía al servicio del bien común y crematística orientada al lucro ilimitado (28).
Médico entre dos mundos
Formado para cuidar, condicionado por fuerzas económicas (29), especialmente en áreas tecnológicas (30).
Profesionalismo en riesgo
Presiones para incrementar procedimientos, reducir tiempos o favorecer tecnologías rentables (31), comprometen autonomía clínica (32).
Paradoja del médico-empresario
En sistemas frágiles, el médico debe ser clínico, gestor y empresario (33,34).
Virtudes josegregorianas ante la crematística
Caridad, humildad, justicia e integridad funcionan como brújula moral (35).
Crematística necesaria vs. corruptora
- Necesaria: financiamiento al servicio del paciente.
- Corruptora: lucro que distorsiona el acto clínico (36).
La Bioética de las Virtudes y el modelo josegregoriano
La Bioética de las Virtudes ordena el acto médico hacia su finalidad moral (37), permitiendo actuar correctamente incluso bajo presión (38).
Núcleo conceptual
Prudencia, justicia, fortaleza y templanza constituyen la gramática moral del acto clínico (39,40).
Perspectiva latinoamericana
Énfasis en justicia estructural y responsabilidad comunitaria (41,42).
José Gregorio Hernández como paradigma
Modelo de caridad, humildad, justicia e integridad (43–48).
Función orientadora
Las virtudes guían decisiones donde normas y protocolos no bastan (49).
Renovación moral del profesionalismo
La reforma del carácter médico es indispensable (50).
Conclusión
La medicina, influida por poder, política, ideología y economía, no es moralmente neutra. El médico participa en estructuras que afectan justicia, equidad y dignidad humana (51). La mercantilización, el partidismo, la presión tecnológica y la fragilidad institucional agravan estos dilemas (52).
El profesionalismo tradicional es insuficiente. Solo una renovación moral —como proponen Pellegrino, Thomasma y la bioética latinoamericana— puede enfrentar las paradojas contemporáneas del médico atrapado entre vocación y mercado (53).
La Bioética de las Virtudes y el modelo josegregoriano se constituyen en brújula ética interna (54), transformando el poder médico en poder para hacer el bien, resistiendo la corrupción y preservando la dignidad del paciente como centro del acto clínico (55).
El desafío no es eliminar el poder, sino ejercerlo con virtud. El profesionalismo del siglo XXI requiere médicos con carácter moral, prudencia, justicia y espíritu de servicio (56).
Referencias
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