Resumen:
En los sistemas de salud contemporáneos, especialmente en contextos de crisis estructural, los servicios clínicos enfrentan tensiones crecientes entre las exigencias operativas, las demandas políticas y las necesidades reales de los pacientes. Este artículo propone una reflexión bioética sobre la gobernanza de los servicios hospitalarios, particularmente cuando las decisiones clínicas y administrativas son capturadas por lógicas emocionales, personalistas o desvinculadas de la evidencia. Se abordan los principios universales de la bioética, la trazabilidad como garantía de justicia, y el papel de la comunidad hospitalaria en la reconstrucción del cuidado.
Introducción
La bioética clínica, como espacio de deliberación moral y racional, se ve interpelada cuando los servicios sanitarios entran en crisis funcional. No se trata sólo de carencias materiales o técnicas, sino de una disolución progresiva del orden institucional, en la que el «acto de cuidar» se ve sustituido por rutinas sin alma, liderazgos sin criterio y decisiones sin trazabilidad.
En tales escenarios, los principios universales de la bioética se convierten no en simples referentes normativos, sino en herramientas concretas de resistencia y reconstrucción.
Disfunción de los servicios de salud en Venezuela: entre la desinstitucionalización y la tepuyización
Tal como lo ha desarrollado el Dr. Bartolome Finizola en su obra «Reflexiones sobre la Gerencia en Salud«, el proceso de desinstitucionalización en los servicios de salud venezolanos se caracteriza por una pérdida de conexión con los principios fundacionales de la doctrina sanitaria nacional. Esta desvinculación ha generado una forma de “amnesia histórica institucional” que impide el aprendizaje de los errores pasados y la construcción de soluciones sostenibles. Según el Dr. Finizola, «se instala una narrativa que externaliza las causas de los problemas y minimiza la agencia individual y colectiva para resolverlos, desplazando el locus de control hacia factores exógenos».
En Venezuela, el deterioro progresivo de muchos servicios de salud puede analizarse como un proceso de desinstitucionalización, caracterizado por la pérdida de principios, raíces éticas y de una doctrina sanitaria que alguna vez fue modelo regional. Esta pérdida de identidad institucional se manifiesta en la disolución del vínculo entre el personal y las organizaciones, y entre estas y los usuarios.
A ello se suma, de acuerdo al punto de vista del Dr. Finizola, una forma adaptativa de subsistencia denominada “Síndrome del Tepuy”, por analogía con la base amplia y el vértice truncado de estas estructuras geográficas: se prioriza la sobrevivencia individual e institucional, se minimizan expectativas y se normaliza lo deficiente. El resultado es una medicina basada en la existencia: se indica lo que hay, no lo que debe ser prescrito.
La población y los trabajadores desarrollan una forma de indefensión aprendida, con resignación frente a carencias, pérdida de propósitos compartidos y aumento de respuestas primitivas, intolerancia y agresividad. Esta tepuyización institucional impide construir comunidad, deteriora el compromiso profesional, genera frustración y, en última instancia, compromete la dignidad del acto médico.
No se puede normalizar el mal funcionamiento, ni justificar lo disfuncional como inevitable. La bioética nos interpela a restaurar la verdad institucional, recuperar el vínculo con la evidencia y sostener una cultura basada en la excelencia, no en la resignación.
Gobernanza clínica, poder y fragilidad
En entornos hospitalarios, la gobernanza no puede limitarse a la autoridad formal ni al carisma individual. Requiere sistemas colegiados de toma de decisiones, mecanismos de transparencia y espacios de deliberación. Cuando el ego se impone sobre el criterio, y la emoción sobre el conocimiento, la práctica clínica se vuelve vulnerable.
Gobernanza en salud se define como la capacidad de los sistemas y actores involucrados para generar políticas, tomar decisiones eficaces, coordinarse y rendir cuentas, con el objetivo de garantizar servicios de salud equitativos, eficientes y sostenibles. Se diferencia de la mera gestión en que implica visión de conjunto, liderazgo ético y concertación social permanente.
Trazabilidad y justicia como principios bioéticos operativos
Trazabilidad, en este contexto, es la capacidad institucional para seguir el rastro de decisiones clínicas, administrativas o técnicas a lo largo del tiempo. Implica documentación verificable, responsabilidades asignadas, y transparencia de procesos para cumplir con normas bioéticas y legales. Es un componente esencial del principio de no maleficencia y del derecho a la información de los pacientes.
En los entornos donde “la palabra pesa más que el protocolo”, la bioética clínica debe afirmar que sin trazabilidad no hay justicia, y sin justicia no hay medicina.
Razón, emoción y responsabilidad institucional
El dilema entre emoción y razón en la toma de decisiones ha sido abordado desde la filosofía clásica. Solón, uno de los siete sabios de Grecia, aconsejaba: “Nada con exceso, todo con medida”. Esta noción de mesura fue recogida por la ética apolínea, que privilegia la prudencia frente a la impulsividad dionisíaca.
La literatura contemporánea en gerencia sanitaria enfatiza que “razonar involucra observar, describir, analizar, reflexionar y discernir para decidir y actuar” (Libro Gerencia de la Salud, 2023). Una decisión responsable requiere distinguir entre datos verificables y reacciones emocionales inmediatas, ya que estas últimas aumentan el riesgo de diluir la verdad y perder la libertad individual de decidir correctamente.
Alta gerencia, deliberación ética y sostenibilidad
En salud pública, la alta gerencia debe operar con visión integral, superando la fragmentación. Esto implica:
- Diagnóstico sistémico de los problemas.
- Coordinación de múltiples niveles de decisión.
- Liderazgo basado en principios bioéticos: beneficencia, autonomía, justicia y no maleficencia.
- Participación activa de los actores sociales, con enfoque en comunidad y sostenibilidad.
Entornos disfuncionales y sus consecuencias bioéticas
En determinados escenarios clínicos, es posible identificar signos consistentes de disfunción institucional. Entre ellos destacan:
- Rivalidades persistentes por estatus y prestigio individual.
- Ocultamiento de errores clínicos y falta de actualización científica.
- Liderazgos reactivos y personalizados, sin planificación institucional.
- Fragmentación docente, inestabilidad en la investigación y simulación de excelencia.
Estas realidades derivan en consecuencias clínicas, docentes y humanas que vulneran los principios bioéticos y comprometen la misión asistencial y universitaria del hospital. La “cultura de la apariencia” reemplaza la búsqueda de la verdad, y la “sorda guerra” entre egos sofoca el trabajo colaborativo.
Transformar esta realidad exige aplicar un modelo bioético de intervención que restituya la verdad institucional, reactive la corresponsabilidad gremial y permita volver a colocar al paciente y a la comunidad académica en el centro de la gestión.
Conclusión
En escenarios donde la técnica se desvía y la emoción gobierna, la bioética clínica debe ofrecer un marco para restaurar el sentido, recuperar el criterio y proteger la confianza institucional. La trazabilidad, la deliberación colegiada y la cultura del cuidado son caminos urgentes para transformar la crisis en oportunidad.
Tulio José Núñez Medina
Cardiólogo Clínico e Intervencionista
Bioética Clínica
Catedra Internacional de Bioética Jérôme Lejeune
Referencias
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